Es tradición que cuando a uno de los pequeños de la casa se le cae un diente, dejen el diente debajo de la almohada y el pequeño ratoncito perez le deje un regalo a cambio del diente. Pero no es solo aquí donde existe el Ratoncito Pérez, este personaje aparece en diferentes culturas, aunque denominado de otra manera, como por ejemplo en Latinoamérica se le llama ratón de los dientes, en Francia ratoncito, en Italia Topolino o Topino o también se le llama Fatina o en otros puntos del mundo es llamado el Hada de los dientes.
Pues bien, el origen de nuestro pequeño Ratoncito Pérez se debe a un cuento francés del siglo XVIII de la baronesa d’Aulnoy, el cuento se titula “La Bonne Petite Souris”; el buen ratoncito. Este cuento trata de la guerra entre dos reinos, donde un hada que se convierte en ratón para ayudar a derrotar a un malvado rey ocultándose debajo de su almohada para luego salir y roerle todos los dientes.
Más tarde, en España se introdujo el cuento popular de el Ratoncito Pérez de la mano de Luis Coloma, sobre 1894 que escribió el cuento para consolar al futuro rey Alfonso XIII que por aquel entonces tenía 8 años y se le había caído un diente.
En la fábula del padre Coloma ilustraba al pequeño ratoncito con sombrero de paja y gafas de oro llevando una cartera roja a la espalda, que vivía dentro de una lata de galletas en la famosa confitería Prats a pocos metros del Palacio Real de Madrid, que se deslizaba a través de las cañerías para poder llegar con regalos a las casas de los niños pobres y al palacio y poder dejar el regalo bajo la almohada de todos aquellos niños que se les había caído un diente.
“Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad que vivía con su familia en un agujerito de la pared de un edificio de la ciudad. El agujero no era muy grande, pero era muy cómodo, y allí no les faltaba la comida ya que vivían junto a una panadería, por las noches él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.
Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como era un ratón curioso trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí descubrió un montón de aparatos, sillones, flores, cuadros…, parecía que alguien se iba a instalar en el edificio.
Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo que le gustó muchísimo; En el piso de arriba, ¡habían puesto una clínica dental!
A partir de entonces, el ratoncito subía todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor. El pequeño ratoncito miraba y apuntaba todo lo que podía en una pequeña libreta de cartón. Así aprendió mucho, porque por las noches practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina… Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso.
Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones pequeños, grandes, gordos, flacos… Todos querían que el ratoncito Pérez les arreglara los dientes.
Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande. No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, y todo lo que no podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo podía ayudar a estos ratones que confiaban en él. Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vio como el doctor le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos dientes eran postizos, los hacían en una gran fábrica para que los dentistas se los pusieran a los ancianos. Pero esos dientes, eran enormes y no le servían para ratones.
Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande.
El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución: ‘Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente’, pensó. Esa noche, el ratoncito Pérez fue a la casa del niño y, cuando todos estuvieron dormidos, entró en su habitación. Encontró el diente de leche debajo de la almohada, así que lo cogió y, a cambio, le dejó al niño un regalito.
A la mañana siguiente, cuando el niño vio el regalo, se puso contentísimo. Contó a todos sus amigos lo que había pasado y desde entonces, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la almohada por la noche. Y el ratoncito Pérez los recoge y le deja a cambio un regalito.”